El Espejo

Este es un ejercicio muy genuino en nuestra vida: pararnos frente a un espejo y ver qué estamos haciendo, cómo nos estamos comportando. Ver a los demás es sencillo, pero quitémonos la máscara que usamos todos los días. Lo importante es lo que hacemos cuando nadie nos ve… aunque Dios sí nos ve. Piénsalo: cuando haces malas caras, cuando piensas algo feo de alguien o hasta “se la rayas” a tu jefe en tu mente. No somos perfectos, y claro que vamos a equivocarnos. Pero a veces, al caer en eso, nos volvemos más juzgones y nos ponemos el traje de “pastores” para criticar.

Si te hicieron esto o aquello, si te lastimaron o te usaron… sí, eso duele. Pero, ¿tú qué has hecho? ¿Qué hiciste? Es fácil ver los defectos de los demás, en lo que se equivocan, pero ¿y lo tuyo? Somos egoístas, pero necesitamos cambiar. Si lo mismo te pasa una y otra vez, tal vez seas tú quien está haciendo algo mal, no los demás. No esperes que ellos cambien mientras tú sigues igual, porque así solo te vas a estancar y no vas a avanzar. Dios está aquí para ayudarnos, porque esto es complicado: primero hay que reconocerlo y luego cambiarlo, pero no con nuestras fuerzas, sino con la obra de Dios. Tienes que estar en sus caminos y seguir sus pasos.

Este es otro llamado de Él para ti, para que te pares frente al espejo y continúes este proceso, que puede ser doloroso, porque a nadie nos gusta que nos digan lo que hacemos mal o aquello que creemos que está bien, pero no lo es. Sin embargo, analizar lo nuestro nos lleva a otro nivel en nuestra relación con Dios. Y no se trata solo de darnos cuenta, sino de actuar y cambiar, no de seguir igual. Aún estás a tiempo, porque las cosas pueden ponerse muy feas si sigues en lo mismo. Te dañaron, te lastimaron, te maltrataron… pero pregúntate: ¿tú qué hiciste para que eso se repita día tras día?

Busca de Jesús, que Él cambiará tu vida.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Facebook

Facebook